En el cine y en la vida, mejor con música.

Decía F. Nietzsche que "la vida sin música sería un error", y desde Celuloide Paranoide no queremos llevar la contraria al filósofo alemán. El cine sin música no solo sería un error: sería imposible. Queremos proponeros unas cuantas perlas de esas que se consiguen cuando las imágenes se combinan con la música en el momento oportuno, consiguiendo a veces un resultado muy por encima que el de las dos piezas por separado. Pero vamos a hacer un esfuerzo y evitar los pasajes más evidentes, esos que llevan y merecen el reconocimiento universal y que por lo tanto conocemos todos. Es una selección casual, puramente subjetiva, de momentos sorprendentes por su originalidad o belleza, que pasaron quizá injustamente desapercibidos, o su momento no ha llegado aún...



Hannibal (2001), El Reino de los Cielos (2005). Es un caso poco usual en el mundo del cine. Ridley Scott quedó tan encantado del aria "Vide Cor Meum" compuesta por el irlandés Patrick Cassidy para la secuela de El Silencio de los Corderos, que considerando que la pieza todavía tenía recorrido, decidió volver a introducirla para que iluminara el funeral del Rey Balduino IV de Jerusalén. Para qué elegir, si se puede disfrutar de las dos.





Closer (Mike Nichols, 2004) Si alguien no se había rendido a los pies de Natalie Portman todavía, se quedó sin argumentos después de ver la sofocante cinta de Mike Nichols. En ella, Portman se adueña primero de la trama, luego de un reparto que le aventajaba en experiencia (Jude Law, Clive Owen y Julia Roberts nada menos), y finalmente del espectador, hasta el punto de conseguir llevarlos a todos ellos a su antojo. Para acompañar la escena final, con esa sensación agridulce que sobrevuela toda la película, suena Can`t Take my Eyes of You. Canción interpretada en multitud de ocasiones, pero nunca ha sonado igual que en la voz rota de Damien Rice.


Los Inmortales (Russel Mulcahy, 1986) Precisamente se cumplen 30 años del estreno de esta mítica cinta (gracias, Hugh Quarshie por el retweet), su director Russel Mulcahy, es uno de los más cotizados realizadores de video clips, así que no es de extrañar que tratara  la banda sonora como a una estrella más. Y contrató ni más ni menos que a Queen. La voz de Freddie Mercury invade varios planos de esta inolvidable película, y el grupo y el director quedaron tan contentos con la experiencia que prolongaron una relación profesional que llega hasta nuestro días. Para descubrir, esta rareza que acompaña a los títulos finales. El clásico de Queen A Kind of Magic, versioneado por ellos mismos en un modo que jamás volvieron a hacer.


Los Odiosos Ocho (Quentin Tarantino, 2016) Jennifer ya capta nuestra atención a lo largo de toda la cinta, hasta el punto de convertirse en la carrera más revitalizada de cuantas protagonizan el film. Pero, aunque sabíamos de otras perturbadoras cualidades de la actriz californiana, desconocíamos su dominio de las seis cuerdas y de su timbre de voz. Como curiosidad, la guitarra con la que interpreta  Jim Jones of Botany Bay, era un instrumento original de un valor incalculable, que debía ser sustituido por una réplica para que Kurt Russel lo destrozase. Desafortunadamente, el bueno de Kurt no era tan observador e hizo añicos el original. La reacción de J.J. Leigh es por tanto, completamente real.


Eleni (Theo Angelopoulos, 2004) El tristemente desaparecido director griego, pertenecía a esa clase de realizadores que se cuentan ya con los dedos de una mano y para los que no hay relevo a la vista. Sus planos interminables podían exasperar a más de uno, pero eran de una cruda belleza incuestionable. Y tras las partituras de muchas de ellos, Eleni Karaindrou, compositora griega a la que echamos tanto de menos como a Angelopoulos, pues parece que no  ha vuelto a dejarse caer por el cine desde entonces. Su obra está a la altura de los más grandes, su prestigio no reconocido ni de lejos como se merece. Muestra de su talento, este impresionante The Weeping Meadows



Master & Commander (Peter Weir, 2003) Dos ingleses, capitán y doctor, dan rienda suelta a su arte en el camarote de los oficiales mientras van a la caza de un buque francés. Y escogen para la ocasión la obra de un italiano, Boccherini, que trabajaba en la corte española y allí compuso La Música Nocturna de las Calles de Madrid. El resultado no puede ser más genial por lo sorprendente del  marco y sus improbables intérpretes. Luigi Boccherini, inspirándose en los guitarristas que veía en la capital española, dio indicaciones para que su pieza se interpretara con los cellos tumbados sobre las piernas de los músicos, a modo de guitarras. Podemos ver a Paul Betany sosteniendo el arco del cello como buenamente puede, y si parece que Russel Crowe se defiende con su violín con algo más de soltura, es porque el actor australiano, si bien no tenía experiencia previa con el violín, es un más que aceptable guitarrista.


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