EL CASO PADILLA. Crónica de una sorprendente confesión.


Se ha convertido en tradición involuntaria y un tanto fortuita el visionar un documental en cada certamen del Festival de San Sebastián al que asistimos, y este año no ha sido una excepción. Como no lo ha sido el encontrarnos de nuevo ante una excelente propuesta que combina de inteligente manera el valor histórico, la reflexión moral y el puro entretenimiento.

En 1971 el poeta cubano Heberto Padilla, a consecuencia de sus críticas esbozadas en entrevistas, artículos y poemas a ciertas actitudes y comportamientos del gobierno comunista cubano, es detenido junto a su mujer. Se suceden las condenas de intelectuales y escritores de todo el mundo durante los días angustiosos en los que no se tienen noticias sobre su estado anímico y de salud, haciendo pensar lo peor. 


Es sin embargo, en este dramático momento, cuando de la manera más sorpresiva surge la inverosímil tragicomedia: el poeta reaparece en una rueda de prensa ante decenas de escritores y artistas cubanos, (todos amigos o conocidos) para reconocer sus faltas ante la revolución, renegar de sus obras escritas y acusar con nombres y apellidos a todos aquellos que al igual que él habían sido críticos con el gobierno.
Lo sorprendente es que no nos encontramos ante un hombre cabizbajo y compungido al que se le obliga a leer un manifiesto escrito por un tercero, sino que más bien semeja un niño abochornado que reconoce su sincera falta antes un padre benevolente y autoritario (por ej. un tal Fidel), de una manera exagerada, teatral y repetitiva.


Esto provocará que a veces sintamos pena por el escritor, otras repulsión por su vileza y delaciones, y en gran parte del metraje sorpresa e incredulidad, pero nunca el más mínimo aburrimiento.

El director y guionista cubano Pavel Giroud ha conseguido las cintas de esta sorprendente confesión y ha armado un excelente documental que ya desde los primeros minutos pone en situación al espectador alternando de manera vibrante las imágenes de la rueda de prensa con otras de archivo que recogen los testimonios de intelectuales relacionados con el caso, consiguiendo una obra que mueve a la profunda reflexión y nos lanza la inquietante pregunta soterrada de qué haríamos cualquiera de nosotros ante la amenaza cierta de la tortura y prisión: ¿Aguantaríamos estoicamente manteniendo firmes nuestros ideales o nos derrumbaríamos confesando nuestro supuesto error y delatando a todos nuestras colegas?


El director, Pavel Giroud, durante la presentación en el Fefstival de San Sebastián, dentro de la sección Horizontes Latinos.
 Pavel Giroud en el Festival de San Sebastián, dentro de la sección Horizontes Latinos.

Años más tarde, ya exiliado de la dictadura cubana y viviendo en Estados Unidos, Heberto Padilla se justificaría esgrimiendo que ese comportamiento exagerado y teatral era la prueba de que no estaba creyendo en lo que decía, y que todo fue una pantomima para evitar la cárcel. Será el espectador el que tenga que juzgar si la conversión al castrismo de Padilla fue honesta o no, y si su confesión y delaciones estaban justificados por el peligro físico que corrían tanto él como su esposa. Ante la complejidad moral del asunto solo puedo decir que este es uno de los casos donde las preguntas importan más que las respuestas y que el comportamiento de los seres humanos sigue un misterio que nunca dejará de sorprendernos. Es por ello necesario que sigan existiendo directores como Pavel Giroud que sigan indagando de manera tan brillante en lo más profundo de la historia en estos tiempos donde la libertad de expresión en las democracias está en claro retroceso y dictaduras como la cubana siguen por desgracia existiendo

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Por Antonio Amaro, El Misántropo Feliz.