El cine a capa y espada

                                                     Cartel promocional de "Troya"
Hoy en día es imposible encender el televisor y ver un telediario sin que nos inunden  imágenes violentas y descarnadas de todos los conflictos armados que asolan el planeta desde Alaska a Tierra del Fuego. Y sin embargo, todas esas confrontaciones a gran escala que dibujaron a golpe acero la historia y las fronteras desde la Antigüedad, no dejan de causarnos una extraña y sobrecogedora fascinación. Y es sin duda el cine, el  marco en el que pueden presentarse esos episodios, tan bárbaros y atroces, como acciones llenas de fuerza y hasta de belleza, con el valor añadido de que gracias a estos relatos tan vívidos, esas historias no caerán en el olvido, y quién sabe si gracias a eso, a mantenerlas vivas dentro de la pantalla, dejarán de estar condenadas a repetirse en el mundo real. Comenzamos hoy un viaje por las grandes episodios bélicos que nos llevará desde la Antigüedad, hasta los últimos holocaustos del pasado siglo, a través del visor de una cámara y aprovechándonos del dinamismo y espectacularidad que proporciona el cine y que no tienen otros medios. En esta primera etapa comenzaremos en las Guerras Clásicas y nos detendremos al filo de nuestra era . Así pues ceñíos las grebas, desembotad vuestros aceros, y vámonos de Campaña.



Guerra de Troya: Troya (Wolfang Petersen, 2004) Batalla tan clásica y mítica que aún hoy se discute si realmente tuvo lugar. Aquiles, Ulises, Agamenón... la nómina de héroes es tan grande, que más parece una disputa entre Los Vengadores y la Liga de La Justicia que una batalla terrenal. El vacío y espectacular Wolfang Petersen nos dejó una maratoniana versión, que sin embargo guarda unas cuantas secuencias interesantes.

Batalla de las Termópilas: 300 (Zack Snyder, 2006) Seguramente el rigor histórico de esta película que creó escuela (y la de su segunda parte narrando la batalla de Salamina), sea nulo, pero seguro que si Leónidas y los suyos, siendo tan dados a la épica y a la exageración, se vieran dando saltos de doce metros y cercenando miembros persas como quien corta el césped, se sentirían perfectamente retratados en medio de ese frenesí de sangre y anabolizantes. Los antiguos griegos vivieron aventuras tan increíbles, que de ellos sí, yo me creo lo que sea.


Batalla de Gaugamela: Alejandro Magno (Oliver Stone, 2005): Al igual que su director, esta es una película excesiva, irregular, pero a la que no se le puede negar carácter y destacan unas cuantas secuencias rodadas por la mano de un maestro. Destacar el plano cenital, a vista de pájaro, y con una minuciosa investigación de archivo, de la disposición de las tropas del Gran Rey Darío III con su interminable y abigarrado ejército, y frente a él las escasas pero bien organizadas falanges macedonias y la imparable caballería de Los Compañeros. Hoy nos parece teatral, y hasta una licencia narrativa, pero sí: en aquel entonces los reyes libraban sus batallas, y sí, Alejandro llegó a acercarse a tiro de lanza de Darío.



Batalla de Cannas: Hannibal (Carlo Bragaglia, 1959): Reconozco que se trata de un film tan olvidable como su protagonista Victor Mature, y si la he incluido es solo para no pasar por alto al gran general cartaginés. Son pocas las versiones que tenemos, si exceptuamos el megaproyecto en el que se quiere embarcar Vin Diesel de rodar una superproducción siendo él mismo Aníbal. Y es que Vin Diesel es aún menos expresivo que Victor Mature. Menos que Peter Weller en Robocop. Si hasta Darth Vader tiene más registros... pero quién sabe, el chico sabe de espectáculo, y sea capaz de sorprendernos con una grandiosa recreación de la batalla de Cannas, episodio de estrategia magistral, que con un movimiento envolvente que se sigue estudiando en las academias, aniquiló un ejército romano de 70.000 efectivos.

                                              Cartel promocional

Batalla de Apulia: Espartaco (Stanley Kubrick, 1960): Cine de romanos con mayúsculas. Nada se puede decir que nos se haya dicho de Kubrick.O que Mihael no le llega a su padre Kirk a la altura de sus sandalias de esparto. La parte que se desarrolla en la escuela de gladiadores, constituye uno de los mejores momentos de la historia del cine, y su narrativa directa, descarnada y llena de matices, se mantiene actual y sin caer en edulcorados discursos tan habituales en otras superproducciones de la época como Ben-Hur (William Wyler, 1959) o Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956). Pero hoy nos centraremos en la espectacular secuencia de batalla final entre las legiones de Craso y los miles de esclavos rebeldes, todo ello en un mundo sin efectos digitales, en el que lo que se ve es lo que hay, sin trampa ni cartón. Cómo no decir todos a una ¡Yo soy Espartaco!


Publicado por Paranoide.