George A. Romero. La muerte le debe tanto.

Los zombis, si algún sentimiento pueden guardar en sus corazones estancados aparte de la obsesión por comer sesos humanos, hoy experimentarán algo parecido al dolor. Si esas hordas de seres en descomposición tuvieran que elegir a un padre, no sería desde luego el ser humano que les dio el apellido; elegirían sin dudarlo a George A. Romero.

El director de neoyorquino de ascendencia cubana - lituana que dedicó su vida al cine de terror, de serie "B" como comenzó a llamarse, pero que bien podría ser simplemente, el cine que podía permitirse un director sin tener que vender su alma al diablo, o a los contratos esclavizadores.




Romero huyó de la primera línea de Hollywood como un zombi huye de un winchester, desde que presentó su primer largo La Noche de los Muertos Vivientes (1968). Una película rodada con apenas 100.000 $, aterradora, con un guión sólido y unas situaciones (las de los vivos) que pasarían a convertirse en referentes para toda película del género que pretenda ser respetable. Lejos de los alardes de maquillaje que estamos acostumbrados a ver en esta época dorada de los muertos vivientes, a siglos de los primeros efectos digitales, la película está rodada en blanco y negro, y muestra por primera vez y a la luz del día, a esos cuerpos muertos incansables, ante una audiencia que nunca había asistido a una propuesta tan explícita.


La cinta tenía el sabor de las que reinventan un género, desde la primera secuencia del cementerio hasta el sofocante final. Habíamos asistido a seres que no se conforman con estar muertos, como Nosferatu de Murnau, a los faraones que volvían a la vida para cumplir una venganza como La Momia, o al fallido experimento de un visionario como el Dr. Frankenstein que busca su identidad en medio de su cuerpo cosido a retales. Pero nunca habíamos asistido a un levantamiento en masa de la población de los cementerios, con sus ropas de vestirse los domingos, que es lo que los hace aterradores, y sin otra motivación que el hambre, sin ética ni conciencia.

Fue la gran aportación de George A. Romero, tras unos breves intentos alejado de sus pequeñuelos, como There's Always Vanilla (1968) o La Estación de la Bruja (1972), dirigió la muy estimable Creepshow (1981) de la mano de Stephen King y basada en el mítico fanzine.


Pero pronto volvió a lo que sería su franquicia. Es verdad que nunca con la misma calidad que La Noche de Los Muertos Vivientes, y en ocasiones con la sensación de estar estirando la gallina de los huevos de oro. Pero era su gallina, qué demonios. Que se lo digan hoy a Stan Lee. Romero fue durante muchos años la única voz (con permiso de Dario Argento) que tenían los zombis para hacerse oír en el cine. Muchas ganas y menos medios, al contrario que ocurre hoy en una programación saturada de casquería andante.

Llegarían Zombi: El regreso de los Muertos Vivientes (1968) bastante digna secuela donde un grupo de supervivientes buscan refugio en un centro comercial...¿les suena a El Amanecer de los Muertos de Zack Snyder?


El Día de los Muertos (1985): El apocalipsis zombi se ha adueñado ya de la situación, y un grupo de científicos sobreviven como pueden junto a personal militar en un búnker subterráneo, rodeados de hordas de zombis esperando a que les caiga algo... Es quizá la cinta de Romero que más se acerca al gore en algunos momentos. Encargado del maquillaje el irrepetible Tom Savini, otra pieza clave del grupo.


La Tierra de los Muertos Vivientes (2005): Los pocos humanos que quedan viven en una ciudad amurallada, y salen de ella en busca de recursos... Lo más llamativo de esta parte es el reparto. Al frente del escuadrón revienta-zombis, tenemos a Simon Baker (sí, ¡El Mentalista!). Y destaca un pequeño momento, un instante de lucidez que aporta un nuevo elemento al universo zombi (línea que será desarrollada con detenimiento en la excelente Memorias de un Zombi Adolescente (Jonathan Levine, 2013)), en el que un enorme zombi se detiene y nos transmite algo parecido a una..¿inteligencia? Somos historia.


Y en un frenesí zombi, El Diario de los Muertos (2007) y La Resistencia de los Muertos (2009), todo hay que decirlo, de calidad decreciente. En un mundo que ya empezaba a ser invadido por otras invasiones de muertos vivientes que desembarcaban por cientos y que acabarían por fagocitar y diluir (pero nunca olvidar) a los primeros, los originales. Los de George A. Romero.

Publicado por Jon Leceta.

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